sábado, 17 de agosto de 2013

El cuento de Casa Angrill

“Creativo no es el que imagina, sino el que hace imaginar”. (Santiago Rodríguez)
El cuento de Casa Angrill
Había una vez, en un paraje maravilloso, vivía una vaquilla que se llamaba Carmelita. Carmelita siempre andaba por los campos, llevaba una vida rutinaria y soñaba en hacer un cambio que le hiciera sentir que su destino no era sólo comer y pasear. Muchas veces, sus amigos la habían encontrado ensimismada soñando, le gustaba imaginarse que era una gran cocinera y que siempre estaba rodeada de gente que la quería y que les gustaban sus platos. Un día, mientras paseaba, resbaló montaña abajo hasta topar con una gran piedra, en esta había grabadas unas letras: Casa Angrill.
Cuando levantó la vista para ver lo que tenía ante sí no se lo podía creer: la casa de sus sueños, una gran casa de piedra. Carmelita enseguida entró en la casa para curiosear el interior, a cada paso que daba, más se enamoraba de la belleza de sus estancias y cuando finalmente descubrió la cocina, casi se queda sin respiración... De repente el corazón le dio un giro y tuvo claro que su destino era vivir en ella.
Enseguida se instaló y comenzó a preparar suculentos platos para los animales de la zona. Pasado el tiempo, su fama de gran cocinera se extendió por toda la comarca y Carmelita no daba abasto. Un día llegó un gallo muy elegante, con sus plumas relucientes como el sol y una facilidad de habla que lo caracterizaba y se acercó a  Carmelita.
"- Carmelita, se te ve bien vivaracha pero necesitas a alguien que atienda a la gente que viene a comer, tú sola no das a basto " - le dijo un día el gallo.
Y así fue como empezaron a trabajar juntos, ella cocinando y el gallo, Rodolfo, atendiendo a la gente. Pronto Carmelita y él hicieron una gran amistad. Pasado un tiempo, ella se dio cuenta  que sola no podía con todo en la cocina. Rodolfo, con sus habilidades sociales hacía que la gente se encontrara a gusto y cada día los visitaba más gente de fuera que venía recomendada por quienes ya habían estado. Así fue como un día apareció un jabalí, con una barriga prominente y un hambre que no se acababa nunca y le dijo a Carmelita:
"- Si me dejas quedar aquí, yo te ayudaré en la cocina pero a cambio, cada día, me darás de  probar todos tus platos. "- Y así fue como Francis, el jabalí más glotón que hayáis visto jamás, se quedó en la casa para ayudar a Carmelita y Rodolfo.

Pasado un tiempo Rodolfo, se enamoró de  Laret, una mariposa de resplandecientes alas que con su vuelo y las caricias de sus alas, pintaba todo aquello que la rodeaba. Con el tiempo, Laret se instaló en la casa y pronto demostró su don para convertir las cosas inservibles en bellas y útiles. Un día, a Laret se le ocurrió que podrían transformar las viejas estancias en bonitas habitaciones, así podría venir gente de fuera a conocer la cocina de  Carmelita. Todos estuvieron de acuerdo y se pusieron manos a la obra, en unos meses ya lo tenían todo listo y así empezó la historia de una vieja casa llamada Casa Angrill.

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