Hoy hemos hecho una excursión al árbol milenario de
Montpol, le llamamos el árbol mágico por las características gigantescas que
tiene y porque, si de verdad eres de esas personas que ven más allá de lo que
percibe en un primer momento el ojo humano, se puede sentir la energía que
fluye de él.
Los árboles y el bosque han
sido siempre fuente de inspiración, objeto de leyendas y testigos de
innumerables historias humanas.
En la tradición Celta el roble
se considera el árbol de la fuerza y es su árbol sagrado por excelencia siendo
fuente de inagotable sabiduría. En nuestra cultura ya nos lo dice la sabiduría popular:
“Fuerte como un roble”, su energía vital era utilizada en la antigüedad para
sanar.
Los árboles nos ayudan a establecer contacto con el
poder de la naturaleza, nos dan herramientas para sanarnos,
relajarnos, fortalecernos, cargarnos de energía vital...
La energía que emanan los árboles, al igual que la
nuestra, es invisible al ojo físico, es lo que llamamos el aura, muy
perceptible sensitivamente.
El árbol al igual que las personas está emitiendo vibraciones energéticas
constantemente y son perfectamente asimilables por el ser humano,
se pueden absorber y podemos beneficiarnos de sus efectos.
En las técnicas orientales, como el chi-kung, hay
una postura que se llama “abrazar el árbol”. Esta posición estática alinea
todos los huesos del modo más eficaz posible.
Buddha se iluminó bajo una
higuera. Jesús estuvo en el monte de los olivos. A los
cátaros les gustaban las acacias. Los Druidas preferían la fuerza masculina del
roble para usar su sabiduría. Los jóvenes enamorados buscaban el tilo para
confiar sus intimidades amorosas porque representaba el vigor de Venus. Y en
Casangrill nos abrazamos al árbol al mismo tiempo que nos hacemos uno con él.
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